jueves, 8 de diciembre de 2011

Otro poema en honor a Sherlocok Holmes.

                                    

 

 

                               Las tenues cuerdas de un violín.


Tenue noche los envuelve,
tiernamente es serena,
solo la luz de una vela,
es testigo de sus sueños.
Y en las calles Londinenses,
no vuela un alma por ellas,
mas que espíritus de estrellas,
titilando grandes veces.
Tras diecisiete escalones,
y una gran puerta cerrada,
madera cubre sellada,
al cazador de ladrones.
El ligero humo a tabaco es,
breve olor en el vacío,
de una pipa a su albedrío,
al sillón abandonada.
Y al perchero retirada,
la capa de cacería,
que al detective en compañía,
sobre sus hombros alzada.
La lupa depositada,
en la blanca chimenea,
en la que se vea,
su aguja plateada.
Y el violín en una esquina,
con sus cuerdas empolvadas,
música en largas veladas,
a unas cuerdas reprimidas.
Al tenue candor del fuego,
que ahora negras cenizas son,
ambas butacas recuerdan,
el pasado ambiente del salón.
La bata de Holmes,
una antigua acompañante,
recuerdo desesperante,
de un sabueso como el hielo.
Los bellos ojos de cielo,
cerrados parpados tapan,
veloces de luz escapan,
rápidos a la muerte en velo.
Manos de venas surcadas,
la unica sabana aferran,
más los canos pelos yerran,
en sus horas trabajadas.
En el último suspiro,
los iris de vida vana,
ven de una forma plana,
a Watson muerto y perdido.
Y en la bella noche estrellada,
a ajedrez juega la vida,
y la muerte ya aprendida,
da a sucumbir a su amada.
Sus ojos se van cerrando,
su lagrima emprende huida,
y su boca corroída,
Irene, muere pronunciando.
(Esmeh Holmes)

No hay comentarios.: