sábado, 31 de diciembre de 2011

365



Es el último día del año que vivimos en su totalidad.
Como diría Vivaldi
pasamos las cuatro estaciones.
Hicimos el amor,
nos lamimos como animales ebrios de sol.
No lo olvides:
alcanzamos, juntos (nosotros), el cielo.
Y nadie tiene interés
ni en regresar
ni en saber de donde vino.

(José Luis Mangieri)

viernes, 30 de diciembre de 2011

Tríptico 1.



Las seis se superponen
en un eco de esbeltas campanadas
de fiel despertador, en la mesilla llena
de apuntes de Mecánica.
La taza de café me está mirando
y una vez más el tubo fluorescente
es redondo.
De noche
casi todo es redondo.
El posavasos sucio
intenta recordarme aquella madrugada
en la que apenas pudo un saxofón
compartirte conmigo.
La pluma ,algunas fotos,
dos libros y un papel entre sus páginas
que debe señalar algo importante
-¿recuerdo aquel teléfono
que no llegué a apuntar ?-


La pantalla de cuarzo
de la calculadora
ha borrado sus dígitos.
En la pared, clavada con chinchetas,
siempre vela mi sueño una tabla periódica.
Y este viejo papel de pentagramas
tan duro que parece cartulina
está lleno de fórmulas.
Sospecho que no son tan importantes
y gobiernan la vida, el movimiento
de vaivén, las mareas...
pero sólo en invierno.
La luz es otra cosa:
es algo escurridizo
como un cuerpo mojado.
La arena era finísima
¿recuerdas ? pero el agua
trajo un olor extraño aquella tarde.
Yo dije que a petróleo
y tú que nos quedáramos otro rato en la playa.


Las espumas rompian
junto a nuestras toallas empapadas de sal.
El sol ponía
otro punto final a sus posibles órbitas.
La supuesta nobleza del Neón no le impide
esa forma de serpentear por las paredes;
y el Oro ni siquira
es la décima parte de cuanto aqui reluce.
Si todo es relativo
¿por qué nos aferramos a cosas tan banales ?

(Carlos Briones, Triptico 1)

viernes, 23 de diciembre de 2011

Nada es lo mismo.




                                                             La lágrima fue dicha...
Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

Nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.


(Angel González)

jueves, 8 de diciembre de 2011

Otro poema en honor a Sherlocok Holmes.

                                    

 

 

                               Las tenues cuerdas de un violín.


Tenue noche los envuelve,
tiernamente es serena,
solo la luz de una vela,
es testigo de sus sueños.
Y en las calles Londinenses,
no vuela un alma por ellas,
mas que espíritus de estrellas,
titilando grandes veces.
Tras diecisiete escalones,
y una gran puerta cerrada,
madera cubre sellada,
al cazador de ladrones.
El ligero humo a tabaco es,
breve olor en el vacío,
de una pipa a su albedrío,
al sillón abandonada.
Y al perchero retirada,
la capa de cacería,
que al detective en compañía,
sobre sus hombros alzada.
La lupa depositada,
en la blanca chimenea,
en la que se vea,
su aguja plateada.
Y el violín en una esquina,
con sus cuerdas empolvadas,
música en largas veladas,
a unas cuerdas reprimidas.
Al tenue candor del fuego,
que ahora negras cenizas son,
ambas butacas recuerdan,
el pasado ambiente del salón.
La bata de Holmes,
una antigua acompañante,
recuerdo desesperante,
de un sabueso como el hielo.
Los bellos ojos de cielo,
cerrados parpados tapan,
veloces de luz escapan,
rápidos a la muerte en velo.
Manos de venas surcadas,
la unica sabana aferran,
más los canos pelos yerran,
en sus horas trabajadas.
En el último suspiro,
los iris de vida vana,
ven de una forma plana,
a Watson muerto y perdido.
Y en la bella noche estrellada,
a ajedrez juega la vida,
y la muerte ya aprendida,
da a sucumbir a su amada.
Sus ojos se van cerrando,
su lagrima emprende huida,
y su boca corroída,
Irene, muere pronunciando.
(Esmeh Holmes)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Madame Butterfly





 Las matemáticas son la abstracción como voluntad,
 la profundidad intelectual infinita,
 la belleza rebelde de la conexión cierta e inesperada.
 Llegamos a ellas por el músculo de la razón
 por el nervio de la curiosidad insaciable,
 por el hambre de belleza estructural.

 Las matemáticas nos poseen
 nos desfloran como un amante urgido
 nos corroen como un feroz mal de Ébola,
 nos consumen como una pasión no correspondida...


Las matemáticas son las mariposas bordadas en un abanico de fondo rojo bermellón.
 Un giro de cabeza imprevisto nos hizo parecer verlas  aletear con coquetería. Solo en ese momento y no en otro, los reflejos iridiscentes levantaron la tapa de nuestros sesos y vimos girar su mecanismo frenético y misterioso.
Pero para cuando parpadeamos y sacudimos la cabeza de nuevo-incrédulos- quizás aún confiados en que la tapa segiría abierta solo vimos mariposas hiératicas, glaciales, casi desafiantes ancladas de nuevo en el mar rojo bermellón del abanico...