lunes, 5 de marzo de 2012

Dualidad en un triángulo.



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Seré imparcial como un tigre: las dos me caen bien
-carne de primera-
pero el cuerpo de una de ellas
ha sido más trabajado por la intemperie del placer,
más penetrado por las estacas de la luna,
más endurecido por las lágrimas ocultas,
y se ha vuelto
desdeñosamente felino.
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La otra, en cambio, todavía se sorprende,
me halaga con su mirada,
como si viera en mí un ídolo primitivo,
irascible y tosco pero valiente y sabio;
cuando la toco, cree que soy de fuego
y quisiera volverse madera para arder.
.
Cuando toco a la otra, en cambio,
me confunde con la brisa y los insectos.
¡Hala, pues!:
¿a quién queréis que escoja sino a aquella
que me hace sentir grande como el misterio de la selva?
¿Por qué a la otra, a la más dura que yo?
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Pero, bien pensado, quizás sí.
Aquélla me arrancaría de mí,
querría llevárseme de Africa
y enterrarme en bienestar y melancolía.
La otra, en cambio, se quedaría:
¡ah, safari en la sabana cada día
y cada noche jugar a devorarnos!
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(David Jou)

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